Estilo de Vida Saludable en los Adolescentes


Estilos de vida en los adolescentes

Los estilos de vida se encuentran relacionados con la forma en que las personas actúan en su vida cotidiana, y tienen su base en los diferentes hábitos y rutinas que regulan el comportamiento. Para Pender, el estilo de vida puede considerarse como un patrón multidimensional que la persona produce a lo largo de la vida, y que se proyecta directamente en la salud, por lo que está asociado con aspectos psicosociales, económicos y culturales, que se pueden evidenciar en las situaciones favorables o desfavorables presentadas, ya sea, por el individuo, un grupo, una comunidad y/o por la sociedad. Estos estilos de vida, hacen referencia a una serie de actividades, rutinas cotidianas o hábitos, como características de alimentación, horas de sueño o descanso, consumo de alcohol, tabaco y sustancias psicoactivas, actividad física y vida sexual.

El trabajo desarrollado mostró que los estilos de vida, en general, se pueden considerar como adecuados para los adolescentes participantes en el estudio. Sin embargo, existen muchos aspectos por trabajar en la perspectiva de su desarrollo integral, representados en las diferentes dimensiones estudiadas, datos que coinciden con lo encontrado por Cancino, Seignón  Tempesti.


La dimensión de menor promedio fue la actividad física, dato que vale la pena analizar a la luz de lo planteado por Hidalgo y Güemes, quienes refieren que durante la infancia y la adolescencia es necesario un equilibrado aporte nutricional y ejercicio físico para obtener un adecuado estado de salud, un óptimo crecimiento y desarrollo físico y psicosocial, y ayudar al establecimiento de hábitos saludables que permitan prevenir problemas de salud futuros.


En las dimensiones tipo de personalidad y actividades y nutrición, se encontraron los promedios más altos, lo que sugiere que los adolescentes estudiados se encuentran en una etapa en la que aún no han adquirido hábitos poco saludables, y es allí donde se debería intervenir, tal como lo plantean Breinbauer y Maddaleno, que, de igual manera en un estudio realizado en Brasil, encontraron que las condiciones de vida de los adolescentes fueron valoradas como positivas.

El estilo de vida fue mejor valorado por los hombres que por las mujeres, confirmando lo planteado por diversos estudios que afirman que se debe prestar mayor atención a las mujeres, ya que constituyen el grupo con mayor riesgo de padecer trastornos.

Las diferencias encontradas en los estilos de vida por edad, en los cuales se evidenció que a mayor edad es mayor el compromiso de los estilos de vida, confirman los datos encontrados por Tuesca, quien afirma que a medida que aumenta el estadio de la adolescencia se incrementan los estilos de vida poco saludables; y con lo presentado por Hernando, quien encontró una disminución significativa, con el aumento de la edad, en una serie de variables que conforman los estilos de vida saludables de los adolescentes estudiados.


En conclusión, los resultados indican que en la adolescencia temprana los estilos de vida se encuentran en un nivel adecuado, y existe la necesidad de intervenir oportuna e intersectorialmente sobre los factores protectores presentes entre los adolescentes en la etapa temprana, como estrategia para fomentar comportamientos saludables en cada contexto, teniendo en cuenta las posibilidades y desarrollos sociales, culturales y económicos, no solo de cada país, sino también de cada región. Los hallazgos también sugieren que se hace necesario diferenciar las intervenciones, ya que las necesidades son diferentes según el sexo y la edad.

 

Los estilos de vida saludable son una estrategia global, que hace parte de una tendencia

moderna de salud, básicamente está enmarcada dentro de la prevención de enfermedades y promoción de la salud, tal vez el momento clave de esta tendencia o el inicio de esta tendencia fue en el año 2004 y se generó por una declaración de la Organización Mundial de Salud (OMS), para mejorar los factores de riesgo como la alimentación poco saludable y el sedentarismo (OMS, 2004).

 

El término estilo de vida fue difundido y consolidado por Alvin Toffler en 1939 (como se cita en Osorio, 2002). Los estilos de vida se definen como los tipos de hábitos, actitudes,            conductas, tradiciones, actividades y decisiones de una persona, o de cierto grupo de personas, frente a las diversas circunstancias en las que el ser humano se desarrolla en sociedad, o mediante su quehacer diario y son susceptibles de ser modificadas. (Tavera, 1994 como se cita en Sanabria, González & Urrego, 2007). Por tanto, interferir los estilos de vida se convierte en una de las acciones más eficaces para la prevención de la enfermedad y la promoción a la salud (Smith, 2004). Pero ¿qué pasa cuando son los mismos estudiantes en formación del área de la salud son quienes practican estilos de vida inadecuados? Se supone que al tener conocimiento de la relación entre comportamiento y salud, así como el origen de las enfermedades y su tratamiento, se trataría de personas que evitarán conductas que atenten sobre su salud. (Sanabria, González & Urrego, 2007). Los estilos de vida saludable tienen que ver con actividad física y alimentación para prevenir enfermedades de tipo metabólico y cardiovascular; hoy en día, estamos ante una epidemia dentro las cuales, tal vez la obesidad es la que más relevancia tiene puesto que últimamente las cifras de sobrepeso y obesidad en los diferentes países del mundo tanto desarrollados como en vía de desarrollo aumentan de manera peligrosa (Barquera, 2000).

La OMS refirió que el sobrepeso y la obesidad en el ámbito mundial se han incrementado día a día de una manera impresionante, y en nuestra actualidad los expertos lo consideran un grave problema de salud pública, aun en las mismas naciones donde existen problemas de desnutrición. (OMS, 2004). El sobrepeso y la obesidad están asociados en los adultos, con enfermedades crónicos degenerativas que se han identificado como las principales causas de mortalidad en países desarrollados, como la hipertensión arterial, la diabetes mellitus tipo II, los trastornos músculo-esqueléticos, las dislipidemias, entre otras. Dada dicha situación la detección temprana e identificación de grupos de riesgo es importante para reducir las consecuencias de estos problemas de salud (Arroyo, Fernández, Loría, Pardío, Laviada, Vargas, et al., 2007).

La prevalencia nacional de sobrepeso es mayor en hombres con 42.5% y 37.4% en mujeres, mientras que la obesidad fue mayor en mujeres con 34.5% y 24.2% en hombres de 20 años y más. En el estado de Puebla el sobrepeso más obesidad fluctúa de 67.1% en los adultos.


http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0034-75312015000400006


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